11.4.11

En defensa del mito político

     Al decir de Raymond Williams “los conceptos básicos, de los cuales partimos, dejan repentinamente de ser conceptos para convertirse en problemas; no problemas analíticos, sino movimientos históricos, que todavía no han sido resueltos (Williams, 1986, pág. 21). Sin duda, esto es así en el caso de un concepto como el de mito político, pues aún cuando, nació como concepto teórico a comienzos del siglo XX,  no resulta actualmente una noción de fácil abordaje. Sus usos están cargados de connotaciones valorativas muy fuertes, en las cuales muchas veces lo peyorativo, la tendencia a considerarlo un fenómeno anormal y a excluirlo como categoría de análisis político es lo que predomina.               

5.4.11

Acerca de la identidad

En oposición a lo que se cree, no somos los dueños de nuestra identidad. Mal que nos pese, ella no forma parte del inventario de nuestras posesiones; muy por  el contrario, es algo que siempre tomamos de prestado.
Sin embargo, ya desde la infancia nuestros progenitores se empeñan en hacernos creer que nuestra identidad habita en las profundidades de nuestro ser y nos exhortan, una y otra vez, a ser consecuentes con ella. Intuimos entonces, la paradoja que encierra semejante mandato, puesto que: ¿cómo es posible que algo que nos pertenece de un modo tan íntimo, sea mejor percibido desde afuera? ¿cómo es posible que los demás conozcan con nitidez quienes somos, mientras que a nosotros nos resulta tan difícil el hecho de conocernos?

4.4.11

Utopía de un escéptico (Borges y la política)


Borges: un compadrito

Lejos de dogmas y sistemas, Borges prefirió soñar al mundo antes que descifrarlo. Dotado de extraordinaria lucidez se valió de la belleza y del humor para pensar, de allí la deliberada falta de sentido común a la que apeló en reiteradas ocasiones.

Provocador nato, a su modo fue un compadrito, un intelectual que, lejos de sostener posiciones políticamente correctas, hizo de la controversia y la contradicción rasgos constantes en éstas.

¿A que se debió esto? es la pregunta que no pocos se hacen y a la que, generalmente, responden poniendo el acento en el esteticismo borgeano, es decir en la primacía que Borges otorgó a la forma por sobre el contenido. Considero que, aunque verosímil, esta respuesta es incompleta. Borges sostuvo una concepción política que, si bien armonizó con sus estrategias discursivas, se situó más allá de éstas. Sus apelaciones constantes al humor y a la provocación no tenían sólo un fin efectista, había en él una mirada de la realidad -sobre todo de la realidad política- esencialmente escéptica. Esto, sin embargo, no lo transformó en un pesimista o en un reaccionario como muchos creen; antes bien, acentuó en él el “anarco-individualismo pacifista” que su padre le había inculcado.

El mito de las dos argentinas


En esa memoria no genética que es la cultura de un pueblo, hay dilemas que se transmiten de generación en generación sin poder encontrar resolución. La antinomia civilización o barbarie pertenece a esa clase de dilemas en la historia de nuestro país. Vigente sobre todo en momentos en los que los conflictos de interés entre grupos sociales antagónicos alcanzan su punto más álgido, constituye una especie de marca registrada de nuestra cultura política. Usada una y otra vez como clave interpretativa de nuestra siempre conflictiva identidad nacional, ha contribuido -como no lo hizo ninguna de las otras antinomias que atraviesan nuestro imaginario político y cultural- a cimentar nuestro mito fundacional: el mito de las dos Argentinas. Sin embargo, lejos de permanecer en su significación siempre idéntica a si misma, esta dicotomía se ha ido transformando y resignificando conforme la apropiación que han hecho de ella las diferentes tradiciones político-culturales.

Al respecto, me interesa analizar en este escrito los usos que sobre la misma hicieron la tradición liberal-conservadora de principios del siglo XX y luego el peronismo. Entiendo que comprender el modo en que la antinomia civilización-barbarie fue interpretada por estas dos importante tradiciones políticas, puede ayudarnos a comprender las actuales disputas simbólicas que se libran en nuestro país.